Islas Estelas

Illas Estelas

Constituidas por la Estela de Tierra y por la Estela de Mar, separadas de Monteferro por el canal de la Porta y de las Serralleiras por la entrada de Carracuido, las Islas Estelas dan con su presencia una belleza excepcional a la ensenada de Baiona, a la vez que la protegen de mar abierto. Si bien estas pequeñas islas parecen no más que un poco de tierra emergida donde se asientan colonias de gaviotas y cormoranes, es bajo el agua donde descubrimos un mundo de vida realmente asombroso, debido a las condiciones que su ubicación les ofrece.

Y esto es, en cierto modo, debido a que el 30 de enero de 1976 el mercante liberiano Ivy encalló frente a las islas y se hundió en medio de un gran temporal. En un intento de recuperar algunas piezas, el barco se desguazó bajo el agua, dejando grandes fragmentos repartidos por la zona, hoy situados entre 15 y 25 metros de profundidad, que ofrecen una gran superficie colonizada por muchos crustáceos, moluscos, holoturias, estrellas de mar y nudibranquios, así como una gran cantidad de esponjas e incluso manos de muerto (Alcyonium digitatum), y protección a bancos de fanecas, lubinas y otros peces.

Por este motivo las Islas poseen un arrecife artificial extraordinario, extraño al medio pero que el mar y el tiempo han conseguido integrar perfectamente.

Los fondos marinos de las Estelas

Un factor muy importante para la vida bajo el agua es la fuerza de la corriente y del oleaje, que afecta a la distribución de especies, estableciéndose claras diferencias entre la zona expuesta y la resguardada. Otros parámetros como pueden ser la competencia interespecífica, la temperatura del agua (que disminuye con la profundidad formando en verano un termoclima), el tipo de fondo o sustrato, así como la luz incidente, afectan también a la distribución de estas especies. Además el régimen de mareas nos permite distinguir tres ambientes diferentes dentro de la zona litoral: el submareal, el intermareal y el supramareal. Aquí hablaremos de la zona sumergida: el ambiente submareal.

Los fondos de las islas Estelas están constituidos fundamentalmente por roca y cascajo, aunque entre las rocas encontramos pequeñas extensiones de arena y fango.

Fondos de cascajo

En las zonas de alta energía de las islas Estelas, donde el batir de las olas y corrientes se deja sentir con mayor fuerza, encontramos fondos de cascajo. Este tipo de fondo está compuesto mayoritariamente por restos de conchas de moluscos (bivalvos y gasterópodos en su mayoría) que, o bien viven en el cascajo, o bien lo hacen en las zonas adyacentes y son arrastradas por la corriente, acumulándose en lugares concretos formando una capa de varios centímetros de espesor. Debido a su forma y composición, principalmente formados por carbonato cálcico, estos fondos tienden a desaparecer con rapidez, si bien están presentes todo el año en estas islas gracias a constantes aportes de material. Las especies autóctonas que contribuyen con sus conchas a la formación de nuevo sustrato son diversas; así tenemos bivalvos como la vieira (Pecten maximus), zamburiña (Chlamys varia), almeja fina (Tapes descussatus), almeja babosa (Venerupis pullastra), berberecho (Cerantoderma edule), navaja (Ensis ensis), longueirón (Ensis siliquia), relojitos (Dosinia exoleta), y gasterópodos como los nasáridos (Nassariidae sp.), e incluso equinodermos como los erizos (Echinus esculentus).

En este tipo de fondo existe también gran cantidad de cangrejos ermitaños que ocupan conchas vacías de gasterópodos, viviendo en simbiosis con anémonas e hidrozoos. También suele encontrarse con facilidad ofiuras, estrellas (Astropecten sp.) y estrellas de siete brazos (Luidia ciliaris), así como poliquetos (Lanice, Conchilega...) y otros animales que habitan los espacios existentes entre los fragmentos de conchas.

Asociados a este sustrato encontramos también peces como la raya (Raja sp.), peces planos como la solla (Plaichthys flesus) y otras especies como la faneca brava (Trachinus vipera) y el salmonete (Mullus surmulentus).

Fondos de roca

Los fondos que rodean a las islas Estelas son en su mayor parte rocosos. Se trata de un sustrato duro que permite la fijación de varias especies de algas, verdes como las ulváceas y codiáceas, y pardas como la Laminaria sp. o Saccorhiza polyschides que ofrecen una superficie adecuada para la fijación de numerosas especies sésiles, como las esponjas, briozoos, hidrozoos y ascidias. Estas algas ofrecen también refugio a otras especies móviles como el centollo (Maja squinado) o la araña de mar (Macropodia rostrata) y otros crustáceos como los isópodos y anfípodos; así mismo abundan los moluscos gasterópodos como la oreja de mar (Haliotis tuberculata) y otras especies menos conocidas, ya sea como adultos o en diferentes fases de su desarrollo. También son frecuentes las puestas de peces, cefalópodos y de liebres de mar (Aplysia punctata).

Este sustrato rocoso ofrece amplias superficies que son colonizadas por especies sésiles, unas filtradoras como espirógrafos, mejillones (Mytilus galloprovincialis), cirrípedos como los percebes (Pollicipes pollicipes) y bellotas de mar (Balanus sp.), que aprovechan la relativa limpieza de las aguas para alimentarse de las partículas en suspensión, sin que éstas les supongan una obturación de sus órganos alimenticios o respiratorios, y otras detritívoras que se alimentan de la materia depositada en el fondo.

Las rocas ofrecen también muchos huecos o cuevas que algunas especies utilizan como refugio. En las pequeñas fracturas encontramos invertebrados como poliquetos errantes (miñocas), pequeñas holoturias (Cucumaria planci), y pequeños crustáceos como camarones (Palaemon serratus). En las grandes grietas se cobijan además congrios, pulpos (Octopus vulgaris), nécoras, bogavantes (Hamarus gammarus), el cohombro de mar (Holoturia forksali) y otros organismos de menor tamaño como picnogónidos, ofiuras (Ophiocornia nigra), estrellas (Marthasterias glaciali, Asterina gibbosa...), góbidos y blénidos. La superficie de las rocas está colonizada por especies que cuentan con sus propios sistemas de protección como las conchas de los moluscos (bivalvos y gasterópodos) también usados por los cangrejos ermitaños; el esqueleto de equinodermos [estrellas, ofiuras, holoturias y erizos (Sphaerechinus granularis y Paracentrotus lividus)] o las defensas químicas, típicas de opistobranquios [Aplysias y nudibranquios (Hypselodoris sp.)], anémonas (Anemonia viridis y Actinohoë sphyrodeta...). Y de cefalópodos, como el pulpo y la sepia.

Debido a la abundancia de pequeños invertebrados que viven sobre la roca, hay gran cantidad de depredadores que ocupan un nivel más alto en la cadena trófica. Los más comunes son las maragotas o pintos (Labrus bergylta) y los cardúmenes de fanecas o de sargos (Diplodus sargus, Puntazzo puntazzo), aunque también abundan lorchos (Gobidae sp.), lubinas (Dicentrachus labrax), serranidos (Symphodus melops), escarapotes (Scorpaena sp.) y congrios. Entre los cefalópodos encontramos pulpos, sepias y calamares; y, entre los crustáceos, nécoras, centollos y bogavantes.

Texto: Iñaki Miniño y Abraham Calero.
 
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