Baiona fue el primer puerto de Europa que recibió la noticia del descubrimiento de América. El 1 de marzo de 1493, la carabela Pinta, capitaneada por Martín Alonso Pinzón, atracó en estas aguas. Con la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento se construyó una réplica de la embarcación que permanece amarrada, para los visitantes, en uno de los muelles.
En 1999 se reacondicionó el pequeño museo colombino que alberga la nave, dotándola de todos los elementos de la época colombina, tanto de la cultura cristiana como de la indígena cultura taína. De esta manera el visitante puede contemplar la carabela tal y como llegó a Baiona en 1493 y revivir la gesta del descubrimiento contemplando las figuras que representan a la tripulación y a los indígenas americanos, además de reproducciones de los metales, plantas, alimentos y animales exóticos hallados en el nuevo mundo.
La información que se tiene sobre este tipo de barco es escasa. Su nombre procede del árabe "carabo". Fue importada de oriente por los portugueses, que le incorporaron la vela latina (triangular).
A principios del siglo XV sólo Portugal y España utilizaban las carabelas. Los portugueses explotaron al máximo sus cualidades y los españoles se la copiaron luego, naciendo así la carabela andaluza que fue evolucionando durante el citado siglo. Se logró un casco más angosto, una popa bastarda de espejo, una dotación de tolda y tilla (pequeñas cubiertas a popa y proa sobre la cubierta principal) y se sustituyó la vela latina por la redonda o mixta, hecho éste que le permitía aprovechar al máximo los vientos y le hizo ser más manejable y menos vulnerable a los golpes de mar. Además se logró que fuese más estable al bajar su centro de gravedad.
Las carabelas se diferenciaban de las naos por su menor tamaño y su ligereza y por la ausencia de castillo, cofa, vela cebadera y gavia.
Fue construida por los carpinteros de ribera de Palos de la Frontera y era propiedad de Cristóbal Quintero y Gómez Rascón, vecinos de aquella villa, a quienes les fue incautada. Su nombre parece deberse a que perteneciera anteriormente a la familia Pinto, también de Palos. La Pinta era la más veloz de las tres naves colombinas y con frecuencia tenía que esperar a las otras dos durante el histórico viaje, debido también a las dotes del capitán Pinzón. El día 8 de octubre, en lucha por llegar los primeros a descubrir las nuevas tierras, alcanzó una velocidad de 15 millas por hora (12 millas/hora actuales), superior a la que puede alcanzar hoy un mercante de vapor medio.
En aquellas islas había una gran variedad de frutas. Colón las describe con nombres europeos de especies similares, lo que las hace difíciles de identificar. Algunas de ellas las trajeron desecadas para que no se pudriesen durante el viaje.
Las carabelas trajeron muestras de las numerosas especies de árboles encontrados en la isla de Cuba y en la Española, entre ellos de hicaco, mangle, ceiba y caoba.
Debido a la dificultad que entrañaba su transporte y a las mínimas posibilidades de supervivencia trajeron pocos animales exóticos; sólo llegaron con vida algunas especies de papagayos. Pero sí trajeron algunos otros conservados en sal o desollados, como un pez cofre, una iguana –cuya carne era muy apreciada por los indios, al igual que sus huevos, que consideraban un manjar– y pieles saladas de cori (conejillo de Indias) y hutia o jutia, una especie de mamífero terrestre.
Aparte de los productos fabricados con oro y algodón los expedicionarios trajeron otros útiles. Unas carátulas hechas con huesos de pescado llamadas guayças, cinturones –adornos para la cintura–, unas macizas pelotas de goma hechas con una mezcla de varias raíces y resinas, azagayas (varas), almadías (canoas), hamacas, calabazas, arcos y flechas. Es posible que trajesen también otros enseres e instrumentos utilizados para fabricar el pan cazabe.